No sé si te sonará esta historia pero… Muchas personas con miedos toda mi vida. Miedo al ataque, al rechazo, a ser menos que los demás…
Ese cóctel de miedos ocupa un gran espacio en la mente e impide disfrutar de la soledad. No sólo eso, nos hace depender de los demás para sentirnos seguros. En definitiva, nos impedimos ser nosotros mismos. Creemos en esa sensación y por ello no nos abandona. Lo que pasa es que ahora es bastante más chiquitita; es como un coleguilla que sabemos que está pero no siempre le cojemos las llamadas. Y te preguntarás, “¿dices que con un viaje has llegado a reducir y vencer tus miedos?” No, tranquilo, están siendo años de trabajo y todavía nos queda mucho por hacer.
Pero hoy conocemos el principio del camino.
Cuando nos damos cuenta de que nuestros miedos nos limitan a cumplir nuestros sueños.
Una creencia que nos limita es “si no me enfrento a lo que me da miedo, estaré seguro”. Nos podemos imaginar la frustración cuando tenemos delante una oportunidad y no eres capaz de aprovecharla por el miedo paralizante, es decir, miedo era un impedimento para cumplir los sueños.
Cómo ganamos la determinación para irnos de viaje
Verdaderamente lo pasamos mal porque deseamos con todas nuestras fuerzas hacer algo que nos aterra. Y alguien sabio dice: “Imagínate allí. Imagínate en el sitio donde quieres estar, rodeada de gente interesante. Haciendo lo que te gusta y orgulloso de haber dado el paso”.
A todos nos suena a cuento Disney porque para qué ibmosa a pensar en algo que no existía pero accedemos porque necesitamos algo que nos ayude a desbloquear esa parálisis por inseguridad. Confiémos y dejémonos llevar por el hormigueo que sentimos por dentro imaginándonos “allí”. La sensación que sentimos al hacerlo es increíblemente potente y pensamos: “Sí, esto es lo que quiero y lo voy a hacer”. Así que sin saberlo empezamos a poner en práctica la visualización para superar nuestros obstáculos.
Ese “viaje” se nos convierte en la semilla de nuestro proceso de autoconocimiento ya que por primera vez nos ponemos a prueba conscientemente enfrentándonos a nuestros miedos: identificándolos, sintiéndolos, entendiendo para que estaban ahí y qué ocultaban. A partir de ahí el trabajo es arduo, porque indagar no es nada fácil, pero la recompensa vale la pena.
La conquista a fuera de la zona de confort
A medida que se acerca el viaje la ansiedad va en aumento. Cada cosa que superamos es un pequeño hito y eso nos refuerza muchísimo. ¡Estamos siendo capaces!
Cuando te vas enfrentando a los miedos te acabas por dar cuenta que no son para tanto. Nuestros miedos iniciales van evolucionando porque vamos demostrado que somos capaces de vencerlos. Y no es que hubiesen desaparecido sino que no nos paralizan. Ahora, cada día debemos de tomarlo a modo de reto, ¿Seré capaz de hacer tal cosa hoy? Y nos vamos encontrando cada vez más cómodos en esa nueva situación. Empezamos a hacer de forma automática las cosas que nuestra inseguridad nos habían impedido hacer. Salir de tu zona de confort te convierte en alguien más valiente.
Intentamos dejar de controlar lo que nos inquieta, como querer entender todo en cada conversación, decir cada cosa que queremos perfectamente bien, dar un paseo por los caminos solos… Nos damos cuenta de que siempre tratamos de tenerlo todo bien amarrado para no tener que exponernos pero, en cambio, queremos ser más espontáneos, así que simplemente nos enfocamos en soltar un poco las cuerdas.
Cuando se me presentaba un dilema de tener que elegir si hacer algo o no, tratamos de escucharme para saber qué nos apetece y de qué nos podríamos arrepentir si nos quedamos con las ganas. Desafortunadamente, no lo sabemos en aquel momento porque hubiéramos avanzado mucho más rápido, pero todo viene en el momento preciso.
El viaje como un método para conocernos y aumentar mi valía
Qué pasó? Que nos damos cuenta de que somos feliz. Me encontramos plenos, ilusionados y satisfechos. Estamos en el lugar adecuado en el momento adecuado.
Aquella sensación es un referente nos sirve de guía en muchos momentos de la vida cuando sentimos que perdemos el rumbo. No sabemos exactamente cómo lo vamos a conseguir pero sabemos lo que queremos y tenemos la confianza dentro para saber que podemos hacerlo. Siempre decimos que “aquel viaje” nos cambia la vida porque aunque es sólo el principio del camino, ese fue el paso más importante. Y además descubrimos nuestras pasiones: ayudar a otros a mejorar su calidad de vida, relacionarnos con la naturaleza de una forma más respetuosa y, conectar gente inspiradora que hace lo que puede para dejar un mundo mejor.
Si lo que queremos es descubrir la pasión y sentirnos libre para desarrollarla, estamos en el sitio adecuado en este momento.
El resultado y un ejercicio práctico
Cuando te evitas y no te escuchas empiezan a nacer las preguntas del alma. ¿Ese trabajo me llenaba realmente? ¿Era eso que me hacía vibrar y que había identificado como mi pasión?
Tenemos claro lo que queremos pero nos sentimos perdidos sobre cómo hacerlo, cómo empezar… Tratemos de una introspección guiada imaginándonos “¿qué haría si no tuviera miedo? ¿Quién y cómo sería?” Debemos vernos dueños de nuestra vide, de nuestras decisiones, elijamos querer vivir libremente, sentirnos empoderados y feliz. En ese momento descubrimos que hay dos de nosotros: lo que somos y lo que queremos ser… Y ahí empieza lo duro: cada vez que tenemos que tomar una decisión tenemos que tener presente lo que somos y lo que queremos ser. ¿A dónde nos lleva todo esto? A crear nuestros sueños.
En ese viaje de ida y vuelta a otra realidad, que nos pone a prueba y a través del que, casi sin lugar a duda, te nos vamos a conocer un poco mejor. Recuerda:
- Identifica a qué tienes miedo.
- Visualízate en la situación concreta al haberlo superado.
- Sé consciente de cada hito superado, por pequeño que sea.
- Conoce tu versión sin miedo al máximo exponente.
- Libérate de la presión de controlar cada situación que te inquieta.
- Cuando notes que algo te incomoda, indaga sobre eso.