El 1 de noviembre celebramos a todos los santos, no sólo los del Cielo, sino también los del Purgatorio y los de la Tierra (Iglesia triunfante, purgante y peregrinante). El 2 de noviembre detenemos nuestra consideración y nuestra oración en nuestros hermanos, los fieles difuntos que están en el Purgatorio. La Conmemoración de los fieles difuntos es una oportunidad para renovar nuestra fe en la resurrección de los muertos; en la eternidad que nos espera en el Cielo; en la comunión de los santos que debemos ejercitar cada día, pidiendo la intercesión de los santos del cielo e intercediendo ante Dios con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas y obras de caridad por los santos que aún están el Purgatorio. 

En el Cielo no puede entrar nada manchado. Para llegar a la felicidad eterna es preciso estar purificado de toda culpa. De tal forma que el purgatorio no es un “infierno menor” ni mucho menos, sino la antesala del Cielo, donde el alma se purifica y esclarece. El Purgatorio se presenta entonces como la única y gran oportunidad para alcanzar la pureza definitiva.

¿Qué es lo que hay que purificar el Purgatorio?

Las almas del Purgatorio ya son bienaventuradas, en cuanto que ya están salvadas y (tarde o temprano) entrarán al Cielo, al encuentro festivo con Dios; por eso la llamamos “Benditas Almas del Purgatorio”. Pero ellas necesitan de nuestra ayuda, que es tan valiosa, que puede acortar e incluso poner fin a este tiempo de purificación.

¿Cómo ayudarlas?

Todo ofrecido por amor y con amor.

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