La importancia de la autocompasión durante el duelo
Las personas tienden a acompañar a sus seres queridos en situaciones dolorosas, esforzándose por empatizar y tratarlos con el mismo respeto que desearían recibir en momentos difíciles. Esta actitud implica mostrar compasión, demostrar sensibilidad ante su sufrimiento y sentir la motivación de aliviar dicho malestar de alguna forma. Practicar la autocompasión involucra tratarse a uno mismo con esa misma amabilidad y comprensión al enfrentar momentos de vulnerabilidad y sufrimiento, como es el caso de un proceso de duelo. Esto conlleva reconocer y aceptar que, al igual que otros, también experimentamos situaciones dolorosas. ¿Qué es la autocompasión en el duelo? El término «autocompasión» hace referencia a las prácticas relacionadas con el cuidado individual en las diversas esferas de funcionamiento, como lo son las dimensiones emocional, física, espiritual y social. Cuando un individuo está atravesando un período de sufrimiento, como podría ser la pérdida de un ser querido, las actividades de autocompasión pueden verse fuertemente afectadas. Incluso tareas comunes como la higiene personal, la alimentación y la elección de vestimenta pueden convertirse en situaciones extremadamente arduas y extenuantes. Después de la partida de un ser amado, la consideración por el autocuidado puede resultar desafiante. De hecho, muchas personas experimentan sentimientos de culpabilidad al participar en cualquier actividad que les brinde bienestar o satisfacción. Sin embargo, es fundamental entender que la autocompasión posee una importancia excepcional, especialmente durante el proceso de duelo, ya que contribuye de manera significativa a la gestión saludable de este período. Dicha atención a uno mismo actúa como un elemento preventivo, evitando la aparición de complicaciones tanto en el ámbito de la salud física como en el emocional. Elementos de la autocompasión La autocompasión engloba tres componentes que, mediante entrenamiento, tienen el potencial de manifestarse durante episodios de aflicción emocional. Estos atributos comprenden: Pilares de la autocompasión en el duelo Identifique una actividad de su vida diaria que pueda mantener en marcha; a medida que las semanas avanzan, introduzca nuevas actividades de manera gradual. Puede elaborar una lista que incluya las actividades que desearía llevar a cabo a lo largo del día y enfocarse en establecer una estructura que le asista en la reanudación de sus quehaceres habituales. Reconozca su red de apoyo, y no dude en acercarse a ellos para solicitar ayuda. Entre ellos pueden incluirse familiares, amigos, miembros de la comunidad, profesionales del ámbito de la salud y grupos de apoyo. Además, es recomendable tener a mano números de emergencia en caso de necesidad. En el proceso de duelo, la oración, meditación y reflexión pueden desempeñar un papel beneficioso y significativo. Con el paso del tiempo adecuado, el involucramiento en actividades de voluntariado y el apoyo a otros pueden contribuir al desarrollo espiritual. La noción del perdón también se erige como un elemento crucial en el ámbito espiritual, y esto puede trabajarlo mediante el cuidado espiritual. Durante las primeras semanas de luto, es posible que tus niveles de energía sean bastante bajos. Procure nutrirse adecuadamente y tenga en cuenta la importancia del aseo personal; además, recuerde mantener una ingesta adecuada de agua, así como seguir sus pautas de medicación o suplementación recomendadas por su médico. Si es factible, intente incorporar alguna actividad física en su rutina. El recurso de la lectura de literatura de autoayuda, la redacción de cartas, el mantenimiento de un diario emocional o la comunicación abierta con un ser querido se convierten en herramientas excepcionales. El respaldo terapéutico se convierte en una parte irremplazable del proceso de afrontamiento, la psicoterapia tiene la capacidad de ayudarte a canalizar el dolor, expresar adecuadamente las emociones y atravesar el duelo en una manera más saludable. La relevancia de cultivar la autocompasión durante el proceso de duelo radica en nuestra capacidad para reconocer la complejidad de la situación que estamos atravesando. Este enfoque nos posibilita tratarnos con delicadeza y empatía, evitando la supresión de nuestro dolor o la pretensión de que no estamos sufriendo, al mismo tiempo que evitamos un escrutinio demasiado crítico de nuestro propio proceso. Adicionalmente, es fundamental abstenerse de emitir juicios sobre nuestro propio avance, lo importante es reconocer que cada experiencia de duelo es única, y no existe una única manera «correcta» de atravesarlo.
El poder de la gratitud en el proceso de duelo
El proceso de duelo es una experiencia profundamente personal y dolorosa, pero la gratitud puede desempeñar un papel significativo en su manejo. La gratitud no borra el dolor, pero puede: Importancia de la Gratitud en el proceso de Duelo: 1. Fomenta la Resiliencia: Practicar la gratitud puede ayudar a las personas a fortalecer su resiliencia emocional. En medio de la pérdida, ser capaz de encontrar cosas por las que estar agradecido puede proporcionar una base emocional sólida. La gratitud no disminuye el dolor, pero permite a las personas encontrar un equilibrio entre: A través de la gratitud, las personas pueden nutrir su capacidad para afrontar las adversidades 2. Enfoca en lo Positivo: El duelo a menudo está lleno de emociones negativas y pensamientos oscuros. La gratitud puede servir como un recordatorio constante de: Aunque es natural sentir dolor y tristeza, la gratitud puede contrarrestar esos sentimientos al destacar las experiencias felices compartidas con el ser querido. En lugar de quedar atrapados en el dolor, la gratitud nos impulsa a: 3. Mejora la Salud Mental: Estudios han demostrado que la práctica regular de la gratitud está relacionada con una mejora en la salud mental. Puede disminuir los niveles de ansiedad y depresión, lo que es especialmente relevante durante el duelo. El acto de reconocer las bendiciones en la vida puede proporcionar un respiro de la carga emocional del duelo. Aunque no puede curar todas las heridas, la gratitud puede ser un faro de luz en medio de la oscuridad emocional. 4. Sanación Emocional: La gratitud puede ser un bálsamo para el dolor emocional. Ayuda a las personas a encontrar consuelo y alivio en medio del sufrimiento. Recordar las experiencias felices con el ser querido fallecido puede ser una forma de: Al abrazar la gratitud, las personas pueden transformar su dolor en un tributo amoroso a quienes han perdido. 5. Transformación Positiva: En lugar de quedar atrapados en el dolor, la gratitud puede ser una fuerza transformadora que nos impulsa a crecer y evolucionar como individuos. Las lecciones aprendidas a través de la gratitud pueden ayudar a las personas a encontrar un nuevo significado en la vida después de la pérdida. La gratitud nos recuerda que, aunque el mundo pueda parecer sombrío en momentos de duelo, aún hay belleza y amor en él. La gratitud desempeña un papel fundamental en el proceso de duelo al ayudar a las personas a encontrar un equilibrio entre el dolor y la apreciación de la vida. A través de la gratitud, las personas pueden aliviar su dolor emocional, fortalecer sus conexiones y encontrar un nuevo significado en la vida después de la pérdida. En Funerales Chacón, entendemos la importancia de acompañar a las personas en su proceso de duelo y ofrecer apoyo emocional en este viaje hacia la sanación.
Despedida significativa: La planificación funeraria previa
La planificación funeraria previa es un paso esencial hacia una despedida significativa y respetuosa. ¿Por qué es Importante la Planificación Funeraria Previa? Beneficios de la planificación funeraria previa 10 ideas innovadoras para dejar lista la planificación funeraria previa: La planificación funeraria previa va más allá de la logística; es un acto de cuidado personal y familiar.Adoptar las últimas tendencias en homenajes y servicios funerarios permite una despedida única y significativa, cumpliendo con los deseos del difunto y brindando consuelo a los seres queridos. En Funerales Chacón, entendemos que la planificación funeraria previa no es solo sobre prepararse para el futuro, sino también ofrecer paz en el presente. Nuestro compromiso va más allá de ser un proveedor de servicios funerarios; somos guías comprensivas en este viaje emocional. Con opciones personalizadas, atención cálida y una planificación sin complicaciones, convertimos la carga en consuelo.
Conmemorar a los fieles difuntos
El 1 de noviembre celebramos a todos los santos, no sólo los del Cielo, sino también los del Purgatorio y los de la Tierra (Iglesia triunfante, purgante y peregrinante). El 2 de noviembre detenemos nuestra consideración y nuestra oración en nuestros hermanos, los fieles difuntos que están en el Purgatorio. La Conmemoración de los fieles difuntos es una oportunidad para renovar nuestra fe en la resurrección de los muertos; en la eternidad que nos espera en el Cielo; en la comunión de los santos que debemos ejercitar cada día, pidiendo la intercesión de los santos del cielo e intercediendo ante Dios con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas y obras de caridad por los santos que aún están el Purgatorio. En el Cielo no puede entrar nada manchado. Para llegar a la felicidad eterna es preciso estar purificado de toda culpa. De tal forma que el purgatorio no es un “infierno menor” ni mucho menos, sino la antesala del Cielo, donde el alma se purifica y esclarece. El Purgatorio se presenta entonces como la única y gran oportunidad para alcanzar la pureza definitiva. ¿Qué es lo que hay que purificar el Purgatorio? Las almas del Purgatorio ya son bienaventuradas, en cuanto que ya están salvadas y (tarde o temprano) entrarán al Cielo, al encuentro festivo con Dios; por eso la llamamos “Benditas Almas del Purgatorio”. Pero ellas necesitan de nuestra ayuda, que es tan valiosa, que puede acortar e incluso poner fin a este tiempo de purificación. ¿Cómo ayudarlas? Todo ofrecido por amor y con amor.
El momento de decir adiós…
Siempre es importante recordar que como seres humanos, estamos en ese proceso de crecimiento y evolución, inconscientemente estamos diciendo adiós a nuevas etapas de la vida en múltiples circunstancias; relaciones de pareja, relaciones de amistad, viajes, contratos laborales, mudanzas, una enfermedad terminal, etc. ¿Qué implica decir adiós? Implica darnos cuenta que como seres independientes debemos aprender a ser autónomos para subsistir, debemos aprender que el desarrollarnos por la vida en compañía de nuestros familiares es un privilegio, sin embargo esta compañía no la tendremos para siempre, y esto es prepararnos para lo único que ya tenemos seguro en la vida, que es la muerte. Toda despedida implica: cambiar, reajustar, renovar, crear nuevos escenarios y significados que por supuesto no es tarea fácil en ningún momento, aunque sí necesaria para continuar en el camino de la vida y obtener crecimiento personal y espiritual. Como seres humanos, estamos acostumbrados por naturaleza y desde tiempos ancestrales, a realizar ceremonias ante acontecimientos que marcan nuestra vida, estos ritos se llevan a cabo en todas las culturas en donde se practican ceremonias funerales sagradas como una despedida simbólica hacia las personas que amamos y rituales de agradecimiento por haber compartido gratos momentos en compañía de esa persona o situación. ¿Qué son los ritos o ceremonias de despedida? Realizar un ritual de adiós es sanador. Permite mirar cara a cara la pérdida y es una primera señal de aceptación. Contribuye también a atar esos cabos o esas piezas que andan sueltas en el rompecabezas de nuestra vida y que nos pueden ayudar a darnos cuenta el vínculo tan importante que tenemos con la persona de quien nos estamos despidiendo. Según expertos en tanatología, lo más importante de estas ceremonias es que permiten expresar y compartir los sentimientos de aflicción en grupo, en comunidad, lo que es un aporte importante para sobrellevar las primeras fases del duelo. Todos aquellos pequeños rituales que contribuyan a decir adiós, permiten sobrellevar el duelo con mayor entereza. Este tipo de ceremonias nos ayudan a quedar en paz frente a las personas o situaciones que están generando una despedida; el no realizar este ritual puede provocar más dolor, alejándonos cada vez más del proceso de aceptación y del perdón sanador hacia nuestras propias expectativas así como las expectativas de los otros. Quedamos atrapados, congelados en ese momento doloroso de perder lo que más amamos. ¿Cómo puedo despedirme de mis familiares y amigos? Si estamos atravesando por el proceso de una pérdida humana, además de la ceremonia del funeral se puede realizar lo siguiente: se puede tomar un objeto simbólico (dibujo, foto, pintura) para que sea consumido por el fuego, en señal de adiós. Se puede escribir una carta, o un poema, para marcar esa despedida. Se pueden recoger los recuerdos de quien se fue y darles un lugar físico especial para conservarlos, para homenajear la presencia de esa persona especial en nuestra familia y que permanezca integrada en nuestro hogar. Las despedidas simbólicas son invaluables pues no sólo sanan nuestros pensamientos sino también nuestros niveles emocionales y espirituales. Es importante, obtener información y educarnos sobre cómo manejar las despedidas, las ausencias y los duelos, así como la forma de aceptarlos y superarlos, de tal manera que podamos aprender a cerrar ciclos de una forma adecuada. Recuerda siempre, que el trabajo más efectivo es aquel que se realiza en compañía de un profesional experto en el área.
Ceremonia de despedida
En nuestra sociedad existen ceremonias o rituales que nos ayudan a integrar y compartir esas emociones que aparecen cuando fallece un ser querido, ahora con el estado de alarma estas ceremonias están restringidas o prohibidas y de ahí la importancia de buscar salidas alternativas para ellas. ¿Porqué hacer un acto de despedida? El objetivo de este acto es acercarnos al ritual que habitualmente nos ayuda a transitar por la pérdida. Pautas para la ceremonia: 1. Crear un espacio para honrar a tu ser querido. Escoge alguna foto de la persona fallecida y colócala en un lugar de tu casa que consideres adecuado. Si es posible, que sea un espacio donde puedas tener intimidad y acudir cuando lo necesites. Delante de la foto puedes colocar una planta, flores si tienes, o cualquier objeto que consideres hermoso. Si quieres puedes incluir una vela y un elemento religioso o símbolo que refleje el aspecto espiritual. En definitiva se trata de crear un espacio concreto en tu casa para poder honrar y despedirte de esta persona, este rincón lo puedes dejar unas horas o unos días, lo que tú sientas adecuado. 2. Acto de despedida. Después de crear este espacio para honrar a tu ser querido, podes hacer un pequeño acto de despedida. En este acto pueden reunirse lo que estén en casa, hacerlo en la intimidad o compartirlo por videollamada. Algunas propuestas que tal vez pueden ayudar en el acto son: Este ritual lo puedes compartir con los seres queridos que desees o puedas. En este momento apoyarse en los demás, compartir lo que vamos sintiendo y pedir ayuda es lo que más alivia.
La vida y los recuerdos al lado de nuestros seres amados
Si consideramos la vida como una carrera en la que el nacimiento es la salida y la muerte la meta, es evidente que se evoluciona mucho más deprisa en los primeros tramos del trayecto que en los últimos. Hay una parte de nuestra existencia, que se inicia en los primeros años y llega más o menos hasta la treintena, en la que tenemos tanto por delante y es tan poco nuestro pasado que solo contemplamos el futuro. Pero los hechos en esta etapa vital acaecen tan vertiginosamente que nos van quedando en el recuerdo fogonazos instantáneos que son desplazados inmediatamente por otros que vienen sucesivamente, como si fueran olas que arriban cadenciosa pero imparablemente a la orilla. Son tiempos de miradas voraces e insaciables, de llenarse de vivencias, de abrir los sentidos de par en par hasta que den todo de sí para que la circunstancia en la que vivimos impresione nuestra alma y se vayan depositando en nuestro yo las experiencias que van conformando nuestra vida. Pero llega inexorablemente otro tiempo en el que empezamos a tener pasado y, aunque es verdad que vivimos el presente y esperamos con ansia el futuro, aquel cada vez nos pesa más. Nuestra mirada se serena, deja de ser prospectiva, de largo alcance y proyectada hacia el futuro, y se hace más introspectiva. No buscamos las respuestas tanto en lo que nos queda por aprender cuanto en lo que tenemos en la mochila de la vida, para afrontar así con lo que ya sabemos los nuevos retos que nos plantea el hecho de vivir. Cuando se inicia el tramo final de la vida, que no se acabará un segundo antes de que corresponda, el camino recorrido hasta entonces se ha ido haciendo acompasadamente con nuestros seres queridos, con los lugares por los que hemos transitado y con las vivencias habidas con ambos. Los que llegan a este punto han vivido lo suficiente para saber que la mayoría de las cosas se consiguen antes no por correr más deprisa, sino por avanzar más sabiamente. Por eso, no se trata de acelerar el ritmo, sino de acomodarlo al movimiento conjuntado del cuerpo longevo con el alma experimentada. Tiene razón el novelista inglés Samuel Butler cuando dice: «Memoria y olvido son como la vida y la muerte. Vivir es recordar y recordar es vivir. Morir es olvidar y olvidar es morir». Por eso, una vida ha sido tanto más intensa cuanto más llena está la memoria de recuerdos. Los olvidos no forman parte de nosotros, y si somos en buena medida lo que recordamos, lo que ya ha abandonado nuestra memoria ha dejado de ser parte de nuestra vida y, en consecuencia, no puede volver a pasar por nuestro corazón, que eso es, en definitiva, como decía Ortega y Gasset, recordar. En los recuerdos están muy presentes los lugares en los que hemos pasado muchos momentos de nuestra vida. Si traemos a la memoria las más lejanas remembranzas, comprobaremos que en la mayoría de los casos hay una estancia, unas paredes, un inmueble, un paisaje en el que sucedió el acontecimiento que rescatamos del pasado. Pero el enlace entre el recuerdo y el lugar no tiene para todos la misma intensidad. En esto, los seres humanos reaccionamos de muy distinta manera. Hay quienes toman el entorno físico como un simple punto de referencia material que completa el marco de la evocación. Para estos es tan intenso en sí mismo el suceso rememorado que los ingredientes de lugar y espacio son tan solo datos accesorios e irrelevantes, perfectamente sustituibles por otros. A tales personas, las cosas no les traen recuerdos, sino que son solamente partes accidentales de los mismos. Su relación con todo aquello que no sea el lado sentimental de la vivencia es de distanciamiento, por lo cual pueden regresar sin ningún problema a los lugares en los que se desarrolló el acontecimiento memorizado. Y que conste que esta manera de afrontar los recuerdos no revela, en modo alguno, frialdad. Más bien lo contrario: al centrarse en lo sustancial de lo vivido y dejar de lado lo puramente material, elevan la espiritualidad de sus sentimientos a la máxima intensidad. Pero hay otras personas para las que las escenas impregnan tanto sus recuerdos que no pueden separar unas de otros. En estos sujetos, la evocación mezcla indisolublemente acontecimiento y lugar, de tal suerte que cada hecho se rememora enmarcado en su concreta localización. Se recuerda, por ejemplo, el primer beso a la persona amada, pero tanto la sensación espiritual producida como el día, hora y lugar en que sucedió. Por eso, las propias cosas son evocadoras de recuerdos y forman parte de ellos como el escenario en la obra teatral. En este grupo de personas, la reacción ante las cosas portadoras de recuerdos no siempre es la misma. Las hay que, lejos de rehuir, buscan afanosamente el encuentro con los objetos que formaban parte de los sucesos que recuperan de la memoria. De tal suerte que la cosa misma, la estancia, el mueble, una foto, un cuadro, son los hilos para acceder al ovillo en el que descansan enredados los recuerdos. El sujeto que se entrega al sosegado placer de recordar ve en cada cosa un punto de anclaje que le permite bajar la cometa en la que flamea cada una de sus vivencias. Los hay también que convierten los recuerdos, incluso los buenos, en añoranza. Rememoran porque hacer presente en la memoria lo acaecido es una parte del vivir. Pero rehúsan acercarse a los objetos evocadores de vivencias porque su simple visión desata la intensa melancolía de echar en falta. No es que no se entreguen a recordar, es que lo hacen cuando quieren y no cuando se ven forzados por un objeto-gancho que les obliga a ello y desata en su interior un incontrolable ataque de tristeza. De todos los recuerdos que pueden acompañarnos hasta el final de la vida el más reconfortante, el que nos hace sentir más vivos, es sin duda el
La terapia de duelo en grupo con adolescentes
En la Fundación Mario Losantos del campo (FMLC) a menudo nos consultan si hacemos terapia de duelo grupal con adolescentes y, si es así, en qué consiste. Por eso, en este artículo vamos a explicar con detalle cómo funciona este tipo de terapia y los motivos por los que consideramos que no es eficaz en menores. La terapia grupal de duelo es una herramienta muy potente. En FMLC estamos muy acostumbrados a utilizar este recurso: formamos grupos heterogéneos en los que los participantes, alrededor de diez, trabajan y avanzan en su duelo guiados por un psicólogo y compartiendo sus inquietudes y experiencias. De esta manera, los pacientes se enriquecen a través de otros testimonios, formas de afrontamiento, validan su dolor, tejen una red social… Como veis, es una herramienta muy potente siempre que las personas estén dispuestas a participar de manera grupal y a compartir con otros desconocidos su pérdida y sus experiencias. Casos en los que es posible la terapia de grupo en adolescentes La terapia de grupo en adolescentes es difícil de trabajar, no porque no se pueda llevar a cabo -que se puede-, sino porque es difícil que los adolescentes se identifiquen con otros. A lo largo de nuestra experiencia clínica, hemos optado por el trabajo grupal en duelo en adolescentes en estas circunstancias: Sólo en esas situaciones nuestra terapia ha sido bien aceptada y recogida por los y las adolescentes; incluso en ocasiones se ha llevado a cabo en el entorno, en el aula, en el colegio o en el centro deportivo. Motivos por los que no es recomendable la terapia de grupo en adolescentes En otras circunstancias, no consideramos que la intervención grupal beneficie a los adolescentes. A continuación, explicaremos los matices que hemos tenido en cuenta y que hemos encontrado a lo largo de nuestra experiencia clínica: Por experiencia sabemos que, si el grupo no es homogéneo, siempre hay algún participante que siente que se le da de lado, o no conecta, se inhibe y no expresa sus emociones porque no es un entorno de confianza, o no usa otras experiencias para ayudarse a sí mismo… Aunque lo hemos intentado, nuestra experiencia es que los adolescentes no suelen empatizar ni mostrarse bien en un grupo. Peculiaridades del duelo en adolescentes Es cierto que hay muchos grupos de trabajo en terapia que funcionan, como los de habilidades sociales, relacionales, resolución de conflictos…, pero en un tema tan delicado como el duelo, encontramos que exponerse al dolor en grupo no beneficia a los adolescentes. Además, tampoco permite trabajar aspectos de otras áreas porque no suelen ser simétricas entre los participantes: a unos el duelo les afecta más en el área relacional, a otros en la familiar, otros tienen repercusiones académicas, etc. Por estos motivos, nosotros no hemos podido trabajar con éxito en grupo de duelo adolescente, salvo en los casos concretos ya mencionados. Preferimos una aproximación más íntima como es la terapia individual, en la que el adolescente se sienta seguro y validado, y pueda expresar todo lo que lleva dentro con total confianza. A pesar de todo, el hecho de que nosotros no apostemos por ella, no significa que sea una herramienta inválida y no impide que haya otras entidades o profesionales que lo hagan mejor o con mayor eficacia que nosotros. Para saber más sobre la atención del duelo infantil, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o descargar gratis nuestro manual práctico “Hablemos de Duelo”, que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad. También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web:
La importancia de los homenajes y los rituales en el duelo
Ayudamos a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido, ofreciéndoles información, recursos y claves para superar el duelo El duelo es un proceso de mucha simbología, en el que los homenajes y los rituales cobran una especial relevancia. Necesitamos actos que trasciendan las palabras para poder simbolizar y representar lo que sentimos, y que las palabras no alcanzan a expresar. El lenguaje del inconsciente, de nuestra psique y nuestra emoción a menudo fluye de manera más viva y completa a través de los símbolos que de las palabras, sobre todo cuando lo que queremos expresar es algo tan grande como amor, orgullo o falta. Los ritos de despedida En este contexto, los homenajes y los rituales son las vías que el hombre ha desarrollado en todas las civilizaciones, teniendo una importancia crucial a nivel cultural, psicológico y espiritual: es la manera que tenemos de canalizar una simbología mayor a través de un acto. Por otro lado, a través de los homenajes y los ritos hacemos partícipe a la comunidad del dolor que siente una familia. Los homenajes unen. En una sociedad que tiende a esconder el dolor y a hacerlo cada vez más privado y más médico, los ritos permiten a la familia romper con ese aislamiento y que los lazos de la comunidad arropen y acojan lo sucedido. Compartir el dolor para aliviarlo Necesitamos ceremonias que alivien la angustia de la irrupción de la muerte. Todo fallecimiento, aun siendo esperado y acompañado, viene con dolor y con sorpresa: no terminamos de estar preparados ante la muerte. La muerte deja una sensación de descontrol y vacío, por eso necesitamos ritos que den cierta continuidad a la vida, a través del dolor compartido. Cuando mantenemos ese “susto” que deja la muerte a su paso en el silencio y aislamiento de la soledad, ese vacío se queda sin atender y tiende a convertirse en un prisma a través del cual el doliente empieza a mirar la vida. Los homenajes permiten que el duelo se canalice y no quede arrinconado en el doliente. Canalizar el duelo tiene mucho que ver con compartir, con la necesidad psicológica de catarsis compartida. Pero no todo el valor del ritual tiene que ver con compartir. También es importante para simbolizar y expresar el dolor a través de un acto que tiene una simbología especial. Procesar las emociones del duelo Cuando el doliente empieza a pensar en organizar algún tipo de homenaje o ritual, se ponen en marcha muchos aspectos importantes de la elaboración del duelo: en primer lugar, se para a escuchar qué necesita, cómo llevarlo a cabo, a quién involucrar, cómo planificarlo y qué es lo que quiere expresar en ese homenaje o acto concreto. El duelo es un proceso integral y en la elaboración de los rituales se ponen en marcha todas las áreas del ser humano: la emocional, la cognitiva y la espiritual. Hay muchos tipos de homenajes y de rituales. Esto tiene que ver sobre todo con la cultura a la que pertenece el doliente. En nuestra cultura los desarrollamos fundamentalmente a través de los ritos funerarios, ceremonias religiosas y reuniones, aunque cada vez es más frecuente que los dolientes opten por otro tipo de homenajes y ritos. En otras culturas se enfatizan más otros aspectos más tribales, quizá más energéticos o vitales, que también pueden ser una fuente de inspiración. Duelo, homenajes y aniversarios Cuando se acercan fechas especiales como Navidad, cumpleaños, aniversarios… puede ser un buen momento (si así lo necesita el doliente) para pensar en hacer un homenaje. Hay personas que ya consideran la reunión familiar un homenaje y así lo entienden y lo viven, pero otras necesitan organizar actos más simbólicos, más públicos o más privados. El homenaje puede consistir en hacer algo que tenga especial sentido para el doliente en el momento que está atravesando: desde organizar algo de más alcance que involucre a familia y amigos, o ir a algún lugar especial, leer algo, realizar una suelta de globos o hacer un viaje. Para cada doliente será la manera de simbolizar y expresar algo concreto, atendiendo a qué plano necesite ser expresado (cognitivo, emocional o espiritual). Pequeños ritos de paso en el duelo En ciertos momentos del proceso del duelo que son importantes para el propio doliente, desarrollar o emprender algún rito u homenaje también tiene una simbología especial. El camino del duelo es un proceso doloroso de superación personal, marcado por pequeños pasos que, sin embargo, suponen hitos para la experiencia interna del doliente. Por ejemplo, cuando un doliente empieza a salir de paseo los fines de semana, tal vez desde fuera no suponga un gran cambio, pero para el propio doliente esto puede implicar deshacerse de una culpa, sentirse más independiente, etc. Y, cuando se alcanza determinado desarrollo personal, simbolizarlo a través de un acto significativo implica como cerrar un círculo y afianzarlo. Por ejemplo: para la persona que empieza a salir de paseo, un rito simbólico podría ser prepararse durante unos meses para hacer una excursión a una montaña determinada. Para el resto del mundo será un paseo por la montaña, pero para ella puede suponer el reencontrarse con su fortaleza interna. Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno. Para saber más o para solicitar ayuda psicológica gratuita, no dude en consultar nuestra página web:
Duelo: Afrontar los recuerdos después de una pérdida
El duelo no finaliza como por arte de magia en un momento determinado después de la muerte de un ser querido. Los recuerdos a menudo traen de vuelta el dolor de la pérdida. A continuación encontrarás algunos consejos para afrontar la situación y recuperarte. Cuando un ser querido fallece, es posible que te enfrentes a un sentimiento de aflicción por esa pérdida una y otra vez, incluso varios años después. La aflicción puede regresar el día del aniversario de la muerte de tu ser querido o en otro día especial del año. Estos sentimientos, a veces llamados «reacción ante los aniversarios», no necesariamente son un traspié en el proceso de luto. Te demuestran que la vida de tu ser querido fue importante para ti. Para continuar en el camino hacia la recuperación, debes saber qué esperar y cómo sobrellevar lo que te recuerda tu pérdida. Es inevitable que ciertas cosas te recuerden a tu ser querido, como una visita a la tumba de esa persona, el aniversario de su muerte, los días festivos, los cumpleaños o nuevos sucesos que sabes que la persona habría disfrutado. Incluso las celebraciones conmemorativas para otros pueden desencadenar el dolor de tu propia pérdida. Los recordatorios también pueden estar relacionados con las imágenes, los sonidos y los olores, y pueden ser inesperados. Es posible que de repente te sienta inundado de emociones cuando pases por el restaurante que tu pareja amaba o cuando escuches la canción favorita de tu hijo. La evolución del duelo es impredecible. Las reacciones ante los aniversarios algunas veces pueden durar días o —en los casos más extremos— mucho más tiempo. Durante una reacción ante un aniversario posiblemente tengas las emociones y las reacciones intensas que tuviste en el momento de la pérdida de tu ser querido, tales como: Ira Ansiedad Episodios de llanto Depresión Fatiga o falta de energía Culpa Soledad Dolor Tristeza Problemas para dormir Las reacciones ante los aniversarios también pueden evocar recuerdos intensos de los sentimientos y los acontecimientos relacionados con la muerte de tu ser querido. Por ejemplo, podrías recordar con lujo de detalles dónde estabas y qué estabas haciendo cuando murió tu ser querido. No hay un límite de tiempo para el duelo, y las reacciones ante aniversarios pueden afectarte. Sin embargo, la intensidad del duelo suele disminuir con el tiempo. Si con el tiempo el duelo empeora en lugar de mejorar o interfiere en tu capacidad de desenvolverte en la vida diaria, consulta con un terapeuta de duelo u otro proveedor de atención de la salud mental. El duelo no resuelto o complicado puede derivar en depresión, otros problemas de salud mental y otras enfermedades. No obstante, con ayuda profesional, podrás restablecer la sensación de control y dirección en tu vida y volver al camino de la recuperación.